Amor Sangriento
- Daniel Rico
- 14 feb 2022
- 7 Min. de lectura
Siento en mi rostro tu aliento, que no es sino un soplo de cálido viento perfumado que surge de tí. Siento un escalofrío de impaciencia al observar tu cara tranquila, serena en la profundidad de la oscuridad eterna que envuelve con dulzura tu cuarto. Mis dedos se encogen y estiran ante la tentación de poder acariciar tu piel, pero me contengo ante el dulce danzar de tus oscuros cabellos; finas hebras de seda que ondean suavemente bajo el influjo de la suave brisa que se cuela por la ventana entreabierta. Mi corazón se estremece al verlos rodear tu dulce cara, tratando de ocultarla ante mis ojos, pero logrando tan solo darle ese aire misterioso y seductor que enloquece mi misma esencia hasta hacerme temblar. Y entonces pienso… lo que daría por ver tus ojos en ese momento… Esos hermosos ojos castaños, que han atrapado el mismo brillo de la luna en su reflejo, y cual cristalino lago destellan con alegría contagiosa, arrancándome una sonrisa con el simple hecho de pensar en ellos; pues ahí he visto el infinito del universo… teñido del titilar de las estrellas que envidiosas protestan por su belleza. Y pienso en todo ello cuando con un extraño impulso me pongo en pie y me asomo de nuevo al balcón, observando el fantástico espectáculo que me ofrece la noche y su estrellado cielo, pues… ¿cómo he llegado a esto? No han pasado ni dos días desde el primer momento en que tu imagen se abrió paso a través de mis pupilas, hasta hacerse un hueco en lo más profundo de mi consciencia. Aquel puente… Allí observaba el cielo, inmenso… hermoso… no tan distinto del que puedo ver esta noche. Allí pasaba mis últimos instantes antes de despedirme de todo, asqueado de la podredumbre que enfanga este decadente mundo… Cansado de la sensación de soledad que noche tras noche me acompaña como amiga fiel, sin dejarme partir hacia nuevos horizontes… Hacia esos lugares que tan solo lograrían recordarme que no hay nada más… Y dispuesto a terminar estaba, esperando poder ver un último amanecer… un último y cálido rayo de luz que acariciara mi rostro antes de decir adiós. Pero quiso el destino cruzarte entonces en mi camino, pues desde allí pude verte. Caminando, tranquila, alegre… si acaso caminar podía llamarse a tu forma de moverte, pues los pliegues de aquel vestido que se ceñía a tu cuerpo lograban dar la apariencia de que el mismo viento te ayudaba a deslizarte, evitando la suciedad y la ponzoña de aquellas calles, repudiando el repulsivo aroma que envuelve la ciudad… una flor luminosa que crece entre el estiércol de las bestias que la rodean. Fue esa misma imagen la que me hizo olvidar todos mis lamentos, todos mis dolores y anhelos… Fue la simple visión de tu cuerpo quien me devolvió la vida… y cual flautista guiaste mis pasos, a través de sucios callejones y peligrosos barrios, siempre tras de ti, siguiendo tus altivos pasos, olfateando tu dulce aroma y tu piel saboreando… Pero con el alba lograste escapar… perdí tu rastro, pero no tu recuerdo, y derrotado por esa noche me retiré a mi humilde agujero, donde poder esperarte, donde poder recordarte…
Fue un auténtico suplicio… pensar que quizá no volvería a verte, que podrías haber sido una fugaz visión que se desvanecería como el vaho en el aire de invierno. Trataba de apartar aquellas ideas de mi mente, pero volvían una y otra vez, convirtiéndose en un obsesivo remolino que lograba deshacer mi interior, provocando un hueco en mi pecho imposible de llenar, que apenas me dejaba respirar, ni moverme, ni pensar… Pues mi mente había entrado en un círculo vicioso cuyo centro eras tú. Soñaba con tu pelo… y mi mano se alzaba tratando de acariciarlo. Soñaba con tu cuello, y saliva se iba acumulando. Soñaba con tu cuerpo, y la demencia de mi mente se iba adueñando… Tal fue, que horas después ni siquiera tenía la seguridad de si habías sido realidad, o un sueño que olvidar… ¿Quizá mi mente me había jugado una mala pasada? Tal vez mi propio subconsciente me había engañado tratando de llevarme un paso más hacia delante. Tal vez no fuiste sino un espejismo, la imagen de un lago en el desierto que se burlaba de mi inmensa sed, el destello de un faro en este océano encenagado, que trata de absorberme como carnada para los pequeños e insensibles diablos que surcan sus aguas. Sin apenas ser capaz de apartar estos pensamientos de mi mente, comencé a caminar por los oscuros callejones. Basura… pestilencia… delincuentes… pobres desgraciados… En ellos se encontraba el fiel reflejo de la humanidad, aquello que se esconde de la vista… aquello que representa la auténtica realidad… Y decidido a olvidarte estaba, buscando de nuevo una salida… cuando quiso el fresco aire de la noche siguiente traer hasta mí aquel peculiar aroma… Como un animal salvaje busqué a mi alrededor, hasta encontrarte. De nuevo estabas sola, en aquella triste calle, burlándose tu belleza de los horrores que te rodeaban, resplandeciendo como un diamante entre oscurecidos y quemados cristales. Mi respiración se detuvo. Tu simple imagen logró llenarme de la más pura nostalgia… de otros tiempos llenos de alegría y de sueños, de esperanza y de un apetito voraz… No te volverías a escapar…
No fue difícil seguir tu camino en esta ocasión, aunque confieso que se despertaba mi instinto asesino cada vez que un hombre volteaba a mirarte. Correría la sangre de cualquiera que osara tan siquiera tocarte, y habría de revolverse entre sus mismos intestinos si tan siquiera se plantease cruzarse en mi camino… pero quiso el destino que nadie nos interrumpiera, tu deslizándote como hermoso pétalo por las calles, yo cual ansioso sabueso que tu rastro captase… Todo fue perfecto, hasta que giraste a la entrada y me lanzaste esa última mirada… esos ojos… fueron el broche de aquel sentimiento que me arrastraba, que tiraba de mi interior con rabia y con saña.
Lo recuerdo ahora con cariño mientras miro la ciudad extenderse ante mí como una oscura e inmunda masa negra que trata de tragarse todo cuanto posee… Pienso en esos momentos que atesoraré hasta el fin de mi tiempo, el recuerdo de aquella que me invitó a vivir con su mera presencia… Y con una sonrisa me vuelvo hasta tu lado. Por última vez te observo, tu pálido cuerpo acostado, cubierto por esa fina sábana que no hace sino acentuar la silueta de tus pechos, mientras tu espalda descubierta insiste en aumentar mi hambre, mientras tus piernas ocultas amenazan con destrozarme, con llevarme de paseo a la locura al soñar con recorrerlas con mis manos… Noto como tu cuerpo se estremece con un breve escalofrío, y con cuidado vuelvo a cerrar la ventana. No quisiera que aquello perturbara tu sueño. Pero parece que es demasiado tarde…
-¿Quién eres? -escucho preguntar a mi espalda a una voz temblorosa y apagada. Al girarme puedo verte, sentada en la cama, sujetando las sábanas sobre tu hermoso pecho tratando de ocultarte ante el mismo miedo. No puedo evitar una sonrisa que comienza a dibujarse en mi rostro mientras me llevo un dedo a la boca y te imploro silencio. Noto como tiemblas y te estremeces, como mi sangre fluye con fuerza mientras lentamente me acerco, mirándote a los ojos fijamente, atrapando tu mirada y tu voluntad con cada paso que doy. Me siento sobre la cama a tu lado, admirando tu pálida piel, y finalmente adelanto mi mano para apartar un mechón de tu rebelde cabello tras tu oreja. Aprovecho aquel momento para que mis manos den una dulce caricia a tu mejilla, y noto como todo tu cuerpo se estremece ante mi contacto. Tus ojos… por fin están tan cerca que parecen fundirse con la noche y se adueñan de todo el cuarto… Tus ojos.. tan hermosos y brillantes que logran atraparme… y sin apartar de ellos mi mirada me acerco… notando el calor que desprende tu piel… notando el dulce cosquilleo que me provoca tu respiración entrecortada al estrellarse contra mi cara… y con esa extraña sensación se juntan nuestros labios, pudiendo por fin saborear tu piel… ese sabor dulce y afrutado que excita cada rincón de mi lengua mientras tu cuerpo recorro con mis manos, mientras siento la suave textura de tu vientre, el acogedor tacto de tus pechos… y con mis manos sujetando tu espalda, poco a poco te voy recostando mientras rendida te dejas hacer… y ya sin poder resistirlo abandono la cálida compañía de tu boca mientras recorro con mi lengua tu piel y sujetándote con mis manos, notando como tu cuerpo tiembla y reacciona a cada uno de mis movimientos, dirijo mi atención a tu cuello… Puedo sentir ese breve sobresalto cuando notas mis dientes atravesando tu piel… cuando tu sangre comienza a fluir, tan cálida y espesa, tan dulce y sabrosa… néctar de la vida para un vampiro como yo que no dejará ni la más mínima gota escapar. Pero por desgracia aquel momento es breve… siempre es breve… poco a poco dejas de moverte. Finalmente, saciado me aparto y te miro. Pálida y desnuda sobre tu cama, mientras que la sangre sobre las sábanas hace un extraño contraste. Con dulzura me inclino y te beso dándote las gracias, pues de no ser por ti, hoy no sería más que cenizas que se habría llevado el viento. Si no hubieras aparecido, ya no sería ni tan siquiera un mal recuerdo… pero ahora siento de nuevo como dentro de mí correr la vida… cómo me da fuerzas… tu vida… Y así seguiré otro día más, avanzando gracias a tu recuerdo… pues no creas que te olvidaré. Acaricio tu rostro una vez más con el dorso de mi mano… recorro después con ella tu cuerpo desnudo… Tu cuerpo está frío ahora, pero tu piel sigue siendo suave y agradable… Sonrío nuevamente ante aquella sensación, sabiendo que esto no es un adiós, pues siempre te llevaré dentro de mí.
De mala gana me levanto y me acerco de nuevo a la ventana. La luz del sol comienza a vislumbrarse por el horizonte, lo que marca mi hora de partir… Miro hacia atrás una última vez para ver de nuevo aquel dulce rostro que ahora me mira con ojos vacíos… Has sido dueña de mi corazón por esta noche, y por la eternidad estarás conmigo.
Me pareció una historia que resulta amena para leer.
relato bonito e intenso